Besos en tu falda...

Bienvenidos a un blog en el cual si os gusta fantasear eróticamente o ponográficamente estáis en todo vuestro derecho, puesto que nosotras, desde la sensibilidad y la excitación de una mujer escribimos y creamos.

Esperemos que os guste y que disfrutéis soñando.

martes, 11 de septiembre de 2012

Delirios de un amor colérico y apasionado

Celos, ira, desconsuelo, desazón, terror, odio...pero mucha pasión. Llegan de su bar habitual y se desnudan, sin mediar palabra. Uno de ellos piensa: “¿Qué hago? ¡Cuánto calor!” El otro continua con su pensamiento: ¡Joder, pero porque tengo tanto calor!”. Es lógico que tengáis calor amigos, es lo que tiene una noche de alcohol, una acalorada discusión, y un tremendo morreo en el portal. Siguen hacia la cama; todo se cae. Antes, uno le para al otro para empotrarle contra la pared, y le hace daño en la espalda, pero no parece importale. Caen al suelo; se siguen besando desenfrenadamente. Se acarician, las caricias se convierten en arañazos. Los besos en mordiscos. Los roces con su lengua son lametones. Suena un teléfono: lo ignoran o es que ni lo oyen. Era la llamada inoportuna de un amigo que los necesitaba a los dos porque acaba de discutir con su pareja, pero a ellos la verdad que no les importaba nada más que sus cuerpos. Porque aunque hubiera sentimiento entre ambos, eso mismo no importaba ahora. Sólo se notaba el deseo; deseo frenético, alocado, incontrolado, abarullado. Uno para, el otro le presiona para seguir y de repente pregunta: Marco, pero, ¿qué cojones estamos haciendo? Se supone que tú y yo... Marco le calla poníendo su mano suave en su cuello. Leo se estremece, le gusta que le someta con tanta facilidad. Pero vuelve a decir: Marco, no, para. Marco se sonríe y le presiona un poco más mientras lame su cara. En ese momento Marco piensa: “Quiero parar. Odio a este chico..Me ha hecho tantísimo daño. Ha sido tan egoísta...pero...me sigue poniendo tanto”. Leo en un arrebato de furia, le empuja contra la puerta de su cuarto y la abre de malas maneras y le sienta en la cama. Los detalles de aquel momento no son necesarios. Diremos que fue sucio, salvaje, acalorado y doloroso. Que cada uno piense lo que quiera. Pero todos hemos tenido estos reencuentros por despecho, son placenteros, pero acaban siendo amargos, luego. Leo termino. Marco también. Leo le echó; no quiso saber nada más de él. Se aprovechó, lo utilizó, pensó. La maraña de sentimientos le volcó el corazón; último suspiro, después de tantas lagrimas y sollozos. Durmió. Maraña, maraña...maraña de sentimientos....Deseo, pasión, miedo, agobio, despecho...Cuanto odio sentir todo esto...en última estancia diré que entre los dos había amor...Ya no.

lunes, 6 de febrero de 2012

Algo diferente...Sangre



"Sangre, sangre, sangre..."

Es lo único que sonaba en mi cabeza. La sed se estaba apoderando de mis venas, de mis dedos,de mis brazos, de mis entrañas...Necesitaba beber y lo necesitaba ya. Me levanté de aquella cama sedosa y aterciopelada, de sabanas blancas y una preciosa manta bordada con mi nombre en una de las esquinas de ésta, de un color rojo carmesí; igual que el color de mi sangre: brillante y carmesí.

La habitación se hallaba totalmente cerrada: persianas bajadas hasta no entrar el mero resquicio de luz. Cuando me levanté a abrir la ventana, y por lo tanto, a subir la persiana, vi la luna llena, plena, entera, ante mi y pensé: “Denis, cuando frenesí para mis amigos los lobos”.
No me entretuve mucho más a hacer las cosas que corresponden cuando uno se levanta recien de la cama, puesto que la sed me golpeaba en el pecho y se hacía insoportable. No comprendo porqué sentía tantísima sed aquella noche; nunca antes me había pasado. Sólo sé que la tenía y que tenía que apagarla, y que mi primera victima sufriría tal placer y tanto éxtasis que solamente de imaginármelo yo ya me estremecía.

Salí a la calle. Era una noche agradable, embriagadora. El aire cargado del ambiente abrumaba mis sentidos y yo me dejaba llevar por aquel olor a vida que reinaba en la atmósfera. La gente pasaba a mi lado, me miraban, siempre me han mirado. Igual es mi color pálido, mis ojos color purpura, la belleza sobrenatural que la vida eterna me otorgaba, pero la mayoría de la gente sabiendo que no era mortal se acercaban a mi, y es que...La curiosidad mató al gato.

A lo lejos vi un muchacho. Tierno, joven, dulce, de pelo negro. Aprecie desde la distancia todos sus pensamientos que recorrían su mente de una manera alocada, frenetica. Pense: ¡Ah, que dulce y apetecibles me resultan sus 17 años!

Andaba hacía su casa. En sus auriculares tronaba una música fuerte, como la que escuchan la mayoría de jóvenes en esta época; yo siempre he sido más de violines y pianos. Le seguía. Apenas se percataba de que le estaba yendo detrás. Se tropezó, y me acerque a cogerle rápidamente. Él no sabía como había llegado hasta allí:

Gracias...- su voz penetró en mis oidos como un susurro pueril. Ese mismo instante quise poseerlo.
No me las des, muchacho, no se merecen...- Me sonrió. Su sonrisa era blanca, pura, inocente...Era perfecto. Yo necesitaba un compañero y él iba a ser el mio eternamente.

Llegamos a mi casa. No me preguntéis cómo supe llevarle hasta allí, pero después de tantos años de caza, un cazador sabe dónde y cómo debe y puede atacar a su victima. Le hable de tantas cosas a mi pequeño Eugine: de mi vida, del mundo, de las guerras que habían sucedido en 200 años...Fascinado ante mis relatos, se percató en una milésima de segundo que cómo alguien tan joven (o al menos esa era mi apariencia), podría hablar te tantas cosas como si las hubiera vivido. No quise responder a sus pensamientos lógicos, simplemente me acerqué a su cuello. Noté como su corazón latía con fuerza, como la arteria de su cuello se iba llenando. Estaba tan excitado ante aquello...Lamí su cuello. Él sintio placer, nunca había sentido algo así...Inocente criatura. Acaricie su muslo por dentro y mordí su cuello. Su sangre tan dulce y caliente golpeo mi paladar, y cuando note ese regusto a sangre viva, apreté su muslo con fuerza. Él cogió mi cabello con ganas, con rabia, deseaba que lo poseyera, que lo hiciera mio. Quité mi boca de su suave y adorable cuello y susurre en su oído:

Pequeño Eugine, serás mio eternamente, para siempre...¿Lo deseas así?
¿Cómo te llamas? Creo que tengo derecho a saberlo, vampiro...

Odié como sonó la palabra <> en su boca, pero a la vez sentí amor por ese muchacho. Noté que al morderle se convirtió en otro ser, un ser adulto, sin inocencia: se fundió conmigo; no pude resistirme a tal espectáculo:

Me llamo Denis
El mismo acerco mi cabeza a su cuello para que siguiera mordiendo. Yo solo le lamí la herida de la cual aún brotaba su deliciosa vida. Ambos necesitábamos el uno del otro. Me separé de él y le miré a los ojos. Mordí mi muñeca mirandole y se la acerque a la boca. El como un cachorro bebio de mi herida.

Pasaron unas horas hasta que se convirtió en el ser más hermoso que yo había visto. Su pelo era negro, brillante, sus ojos color esmeralda muy muy claro, sus labios eran rosados y su piel palida como la nieve. Hermoso. Me enamoré de él y lo mejor, es que Eugine ya lo estaba de mi. Me acerqué despacio, le tendí en la cama y le besé. Su sed le hacía morderme y jugar con mi sangre mientras nos amábamos. Yo disfrutaba de aquello, y sabría que podría hacerlo eternamente.